
De izquierda a derecha: Felicia Chateloin, Jorge Luis Rodríguez, Roberto Dávalos y Orlando Márquez (moderador).
Convocado por la revista Espacio Laical(1), el pasado viernes 16 de marzo del 2018 se celebró en la sede del Centro Cultural Padre Félix Varela el encuentro En Diálogo, que esta vez tuvo como título “Imágenes de La Habana actual: sus luces y sombras”. Los panelistas participantes fueron la profesora titular de Arquitectura, Dra. Felicia Chateloin, el Dr. Jorge Luis Rodríguez, profesor titular de la bicentenaria Academia de San Alejandro, y el sociólogo y también profesor titular Dr. Roberto Dávalos. Como moderador se desempeñó el arquitecto Orlando Márquez, del Instituto Padre Félix Varela, quien durante muchos años dirigió la revista Palabra Nueva.
Gustavo Andújar: Buenas tardes. En nombre del Centro Cultural Padre Félix Varela y de la revista Espacio Laical les doy la bienvenida y las gracias por su presencia en esta sesión En Diálogo de la revista. Como ustedes saben, periódicamente convocamos a estos encuentros que siempre abordan algún tema atractivo, en el que invitamos a personalidades particularmente calificadas para debatirlo y para presentarlo desde distintos puntos de vista, y luego propiciar los comentarios de los presentes. Todas las intervenciones se graban para editarlas y publicarlas después en la sección En Dialogo, de la revista. Hoy tendremos como moderador al arquitecto Orlando Márquez, secretario académico del Instituto Padre Félix Varela, a quien le doy la palabra para que presente a los ponentes.
Orlando Márquez: Gracias. Buenas tardes a todos. En estos tiempos para empezar hay que decir primero, por favor, tengan la bondad de apagar sus celulares o bajarle el volumen o ponerlo en vibración para el buen desenvolvimiento de la actividad. Agradezco mucho a la revista, a su directiva, en especial a Jorge Domingo, por la oportunidad de tomar parte en este panel. Cuando yo, unos 35 años atrás, comencé a trabajar en el Centro Nacional de Conservación, Restauración y Museología, que estaba en el antiguo Castillo de la Fuerza, era un jovencito, y allí conocí a mi colega y amiga Felicia Chateloin. Fue un lugar privilegiado para mí en el que pasé varios años, sobre todo porque me ayudó a ver La Habana de otra manera, de una manera más allá de la mirada urbana de la guagua, las casas, los edificios, incluso los edificios deteriorados por el tiempo que todos conocemos, pero me enseñó a ver La Habana con su gente. Y creo que este es el gran privilegio que uno puede adquirir en una sesión como esta, en un encuentro como este, donde los panelistas nos van a hablar de La Habana y de su gente, la gente que la habita. Iniciaremos la presentación con la doctora y arquitecta Felicia Chateloin, profesora titular de arquitectura del Instituto Superior Politécnico José Antonio Echeverría. A continuación el profesor auxiliar de la Universidad de La Habana, sociólogo, Roberto Dávalos, nos va a dar una visión más sociológica sobre La Habana, específicamente sobre las gentes de la ciudad. Y finalmente el doctor Jorge Luis Rodríguez, profesor titular de la Academia de San Alejandro, nos va a ofrecer su presentación sobre las imágenes en La Habana en la actualidad. Porque hay que tener en cuenta que el panel precisamente se titula: Imágenes de la Habana actual: sus luces y sombras. Cada uno tendrá una presentación de veinte minutos aproximadamente, y después tendremos oportunidad para un intercambio con el público.
Aprovecho la oportunidad para darles la bienvenida a los alumnos que están presentes, alumnos de la Laurea en Humanidades del Instituto de Estudios Eclesiásticos, Padre Félix Varela. Para ellos esta es una actividad extra clases evaluativa de la Laurea en Humanidades. No me voy a demorar más y le doy la palabra a la doctora Felicia Chateloin.
Felicia Chateloin: Buenas tardes. Primero, yo exactamente no voy a hablar de la arquitectura sino voy a hablar de la ciudad, la ciudad y la imagen de la ciudad. Vamos a caer en el tema, pero primero quiero sentar las bases de cómo estoy viendo el tema de la imagen de la ciudad. La Habana tiene el don de la belleza y un espíritu acogedor creado por siglos del quehacer humano. Voy a partir de eso, pues el don de la belleza es más que creación, es un don, La Habana tiene el don de la belleza y en este momento lo que nos preguntamos es ¿resulta posible avivar las luces que vemos, que se están ensombreciendo? Y los que creemos que sí es posible debemos estar claros de qué cosas ensombrecen esa luz que tiene La Habana y además ver esa luz de La Habana como también hay actos que han aumentado esa luz.
Hablemos de la ciudad y el espacio urbano, ese espacio que no es un simple lugar para realizar ctividades o hacer construcciones o crear arquitectura, sino el resultado de esas actividades, pues esas actividades hicieron la arquitectura, esas actividades usan la arquitectura y cuando ese espacio entra en combinación con procesos sociales, a través de esa relación es que asume una función, define una forma y adquiere un significado. Por eso cuando hablo de la imagen urbana de la ciudad estoy partiendo de que de ahí es que sale esta imagen urbana de la ciudad.
Veamos estas dos fotografías, en dos tiempos diferentes, de la Plaza de San Francisco: una del siglo xix y la otra del siglo xx. En la primera va a predominar la Aduana, ese pequeño edificio que nos presenta un San Francisco comercial. Ahora tenemos una Plaza de San Francisco cultural, porque en ella predomina una sala de conciertos. Vemos entonces que estas actividades son las que hacen la imagen urbana, no solamente el edificio de San Francisco, ese edificio antiguo, monumental, es el contexto físico y un contexto de relaciones sociales y espirituales que han hecho que en este momento la Plaza de San Francisco tenga otro uso y también otro significado, que es una cosa muy importante en la imagen de la ciudad, el significado.

Plaza de San Francisco en el siglo XIX y en la actualidad.
Ahora en estas dos imágenes están viendo la Fuente de la India, una escultura hecha en 1836 que es el primer elemento de criollez que se hace en La Habana y se llamó La Noble Habana, no la Fuente de la India. Ese nombre se lo dio la gente y quedó siendo también su nombre. Pero La Noble Habana significó la ciudad en un momento en que se está haciendo, cuando empiezan las primeras ideas de nacionalidad, cuando hay toda una ebullición de hacer en todos los sentidos, en lo social, en lo arquitectónico, cuando se está creando una nueva Habana. En ese momento se hace la fuente de La Noble Habana. La Fuente de la India ya no tiene el mismo significado que tuvo antes pero sigue siendo un elemento importante.

Fuente de la India en el siglo XIX y en la actualidad, con el Capitolio al fondo.
Realmente la cultura se va a dar en un marco de referencias de la sociedad y va a incluir todo, va a incluir las artes, la ciencia, los sistemas de producción, los estilos de vida. Toda esta cultura es la manera en que el hombre se va a expresar y la ciudad es la expresión mayor de esta cultura del hombre y es la manera en que se expresa. Y este hombre y cómo se expresa en la ciudad y los significados de la ciudad van cambiando. Estos significados cambian porque las obras físicas trascienden al hombre, duran más que él y esto es importante para entender lo que nos pasa, el proceso que va a tener la ciudad. La imagen urbana muestra cómo la ciudad y la sociedad van cambiando, y esa imagen es acumulativa, pero siempre es actual. Porque yo la única manera que veo la imagen del siglo xix es a través de un grabado, pero la imagen que se me presenta siempre es actual. Hay imágenes históricas que pueden estar en un libro, pero la imagen presente siempre es actual. Por lo tanto, si cambian los intereses, las posibilidades técnicas, las financieras, los gustos, las modas y, muy importante, si cambian los valores, cambia la imagen de la ciudad y si cambia la ciudad cambia el hombre y si cambia el hombre también cambia la ciudad. Esto es también muy importante para el tema que nos ocupa.
No es posible conservar la imagen urbana histórica sino los elementos históricos de la imagen. Por eso es que estamos viendo la fuente de la India en el siglo xix en un grabado, pero la estamos viendo otra vez en el xxi. Yo puedo conservar el elemento escultura, pero la imagen urbana es la actual y eso tenemos que tenerlo claro. También tenemos otros ejemplos, tenemos el ejemplo de Malecón, una avenida que no existía y que ahora es una de las imágenes que representa a La Habana. Hay imágenes que prácticamente no cambian, que se mantienen en el tiempo, y otras que cambian más, pero lo que sí no se mantiene es el significado de cada una, el significado es de cada época.
La procreación social de la imagen urbana es inherente a la cultura ciudadana y la imagen urbana constituye un proceso bilateral entre el observador y el observado. No hay en la ciudad imágenes que existan por sí solas. Para que exista la imagen tiene que haber alguien que la asuma; por tanto es un proceso entre las dos partes. Ahora bien, ¿cómo se actúa sobre la imagen urbana? Pues mediante la educación o la reeducación del observador y también incidiendo sobre lo observado. Si yo cambio el mundo físico no estoy cambiando la imagen porque para que exista la imagen tiene que haber alguien que la asuma, y la imagen es un bien público. Esto es muy importante: la imagen es un bien público. Ahora, ¿cuáles son las luces y las sombras de la imagen de La Habana? Las fotos nos permiten ver, pero no podemos oler, ni oír, ni tocar, ni tampoco la foto es capaz de producir las emociones que están dentro de un contexto. Entonces, para analizar qué es lo que pasa tenemos que imaginar, si no imaginamos no va a ser posible. También tenemos que recordar imágenes. Qué cosa va a estar en luz y qué cosa va a estar en sombra dependerá de cada una de las opiniones particulares que tengan ustedes y seguro que habrá opiniones que van a ser más de consenso, pero cada uno de nosotros también tiene su propia manera de ver luces y sombras. Aquí vemos de ejemplo el Paseo del Prado cuando en 2016 se realizó la famosa Exposición de Modas y existen muchas fotos de usos de símbolos patrios en ropas, en las bicicletas. O sea, la manera en que lo asume cada uno es diferente y las cosas que quizás para mí son luces para otros son sombras, pero siempre hay una opinión de consenso que va a ser la que predomine.
Ahora voy a hablar de luces en el Centro Histórico, de imágenes que me dan la luz de la restauración, la luz de la actividad social en El Castillo de la Fuerza, donde se ha podido hacer una exposición, cómo se ha cambiado la imagen de El Templete en este momento. Algunos pueden tener una opinión favorable, otros una opinión desfavorable. La realidad es que a partir de ahora vivirá mejor la ceiba, porque la ceiba que había murió. Ahora tenemos la nueva estatua de Martí, que es copia de la del Parque Central de Nueva York. Son luces en el Centro Histórico, son elementos que van a estar dentro de la luz del Centro Histórico.
En la rehabilitación urbana integral estamos siempre observando las luces. Recordemos ahora la Plaza Vieja, la recuperación de la Plaza Vieja. Tenemos al lado el Café O’Reilly, que también es una recuperación que se ha hecho en La Habana Vieja, tenemos en la misma Plaza Vieja el Santo Ángel, un edificio del que solo existían las ruinas y de pronto empezaron a extraerle las piezas y se cayó. Otro mérito es la reconstrucción de ese edificio. Pero si vemos este plano y nos fijamos lo que está en rojo apreciaremos lo que se está restaurando, pero miren de qué tamaño es La Habana completa. La rehabilitación en el resto de La Habana todo es puntual, no hay rehabilitación urbana que es la visión de la ciudad para recuperar. No hay recuperación urbana, solo en lo que está en rojo. La recupe ración edilicia no es recuperación urbana, pero se da en la ciudad también. Existe la recuperación privada y la recuperación estatal y hay también una recuperación edilicia que recupera la ciudad y que son luces que tiene la ciudad. Ahora, no son parte de un plan integral, como pueden ser el de la Habana Vieja y el de Malecón, que son muy mínima parte de La Habana.
Pasemos a las sombras en la ciudad; sombras en la ciudad pues hay muchas: el deterioro, las pérdidas, las ruinas. Recordemos el antiguo hotel Trotcha, en Calzada y Paseo, Vedado, que en los años 80 estaba completo. Ya no existe, ya se cayó, como está a punto de caerse el teatro Campoamor, detrás del Capitolio, que ya no tiene techo y lo que queda de él son ruinas. Otro ejemplo: esta casita con la puerta esquinera era la única de este tipo que había La Habana Vieja, así, con estas características, y lo que queda es una ruina. Esas son pérdidas, son sombras en la ciudad. Veamos otra pérdida: esta antigua residencia está en Línea y B, en la primera imagen está la casa completa, en la segunda imagen ya la están desmantelando y en la tercera imagen ya no tiene portal. Estas son sombras, son el deterioro, las pérdidas que ocurren en La Habana. Tenemos que darle las gracias por esta información y los planos al arquitecto Daniel Bejerano. Otro caso es el edificio del desaparecido diario El País, que está en la calle Reina. Es un edificio muy singular, uno de los que escogió Joaquín E. Weiss para un trabajo sobre arquitectura cubana del siglo xx que no se ha vuelto a publicar. Es un edificio muy singular que tenía como particularidad elementos metálicos, los capiteles son de elementos metálicos, las ventanas son de elementos metálicos pero de una aleación muy cara. En este momento el edificio está vacío; hace años le soldaron las puertas.

Antigua residencia de Línea y B, Vedado.
Estos son grandes peligros que tiene la ciudad. También hay sombras que son agresiones, como el color, la sombra de la transformación inarmónica, las buenas intenciones con resultados que no lo son. Otra sombra es la cultura del timbiriche, lo mismo en Miramar que en la Habana Vieja, donde no se ha respetado el carácter arquitectónico. También son sombras los desechos sólidos en la ciudad, los baches, los registros urbanos rotos, los huecos peligrosos en las aceras, aguas de los salideros de acueducto y albañales, el mal olor, el ruido. Igualmente la poda indiscriminada de árboles, las instalaciones eléctricas incorrectas, llamadas tendederas. Es todo un ciclo de relaciones. Puedo mencionar otra sombra en esta esquina de 100 y 37, Marianao, donde la basura ha ido recorriendo la calle y ya no hay acera. En esa esquina hay una escuela donde hubo una casa de principios del siglo xx muy interesante. Allí la basura tumbó la cerca porque trataron de recogerla con tecnologías inapropiadas. ¿Cómo es posible que en la ciudad se recoja basura con equipamiento que se usa para movimiento de tierra? Así se destruye la ciudad, así derribaron la cerca y trataron después de levantarla de nuevo e hicieron una chapucería. Son sombras que tiene la ciudad.
También a veces hay sombras por desconocimiento. ¿Quiénes saben que en una casa de 3ra. y D, Vedado, murió Máximo Gómez? Hay que leer una pequeña tarja perdida en el lugar para enterarse. Entonces, como decía Eusebio Leal, me duele la ciudad con ese velo decadente que la hace encantadora para muchos. Realmente debemos pensar en lo que está ocurriendo, en las calzadas, por ejemplo, en la Calzada de San Lázaro. Las luces y sombras que tienen calzadas tan antiguas. O la Calzada del Cerro. ¿Quién sabe que esta ruina que ven aquí es la quinta más antigua de la Calzada del Cerro, cuando todavía no había portales en El Cerro? Y también está la Calzada de 10 de Octubre, donde el deterioro está cada vez ganando más terreno. Y lo que hace a La Habana distinta a todas las ciudades del mundo es exactamente el uso de sus calzadas, ese portal corrido en las calzadas. Esa manera de mostrarse las calzadas es lo que la hace distinta.
Voy a leer: una imagen visual agradable, armónica, despierta el afecto de los ciudadanos y orienta al cuidado de la ciudad, a reconocerla y amarla. La falta de higiene, de urbanidad, el descuido, las necesidades elementales insatisfechas, la ruralización del contexto, la poca gobernabilidad urbana, la ausencia de una postura concreta para abordar la solución, deterioran su estructura material y al hombre. Entonces la arquitectura es el testigo insobornable de la historia. Pensemos en eso. Gracias.
Orlando Márquez: Muchas gracias, doctora, estoy seguro de que los siguientes panelistas no van a abusar del tiempo como usted.
Roberto Dávalos: Bueno, gracias por la invitación. Hablar de La Habana en los contextos actuales evidentemente se hace muy complejo considerando el tiempo. Yo digo que el término «imagen» de la Habana pasa primero por la historia, en tres grandes momentos históricos que están marcando la imagen de La Habana: la Habana colonial, donde había dos Habanas, la Habana intramuros y la Habana extramuros, donde una histórica información da una mirada social muy interesante. La Habana de la República, evidentemente con todas sus características, por ejemplo, la monumentalidad, a partir de lo que se llamó el período de las «vacas gordas», que es todo esto que tenemos alrededor del Parque Central, o podríamos decir toda la Habana lúdica que empieza a nacer a partir de los años 40 y 50, y el surgimiento de los repartos con la influencia norteamericana en el urbanismo. En ese concepto en Cuba se maneja barrio y reparto, donde el ciudadano de la Habana actual tiene una imagen diferente. Usted vive en un barrio o usted vive en un reparto: el significado urbanístico, el significado social y como sean las relaciones sociales, resultan muy interesantes. Cuando usted llega a San Miguel del Padrón y usted dice «La Cuevita», muy famosa en La Habana hoy por las dinámicas sociales que se dan entre formalidad e informalidad, legalidad e ilegalidad, o usted va a la misma Corea, resulta entones un simple ejemplo de cómo el espacio urbanístico, más que un espacio físico, es un espacio de reclusión social y cultural. De esta relación hay solamente una calzada, una pequeña calle que llaman calzada, muy interesante término de los urbanistas, de los arquitectos. Los sociólogos tenemos muchos conflictos en entender lo que llaman calzada y lo que llaman avenida, o cómo a una vía le llaman calle y la gente después le llama calzada. O cómo en el mismo barrio de La Corea, que le dicen barrio y no es un barrio, hay tres secciones de una misma conformación histórica que nadie sabe por qué se llamó La Corea, cuando la población que predomina allí es trabajadora y negra, cuando la líder comunitaria históricamente ha sido una persona mestiza o negra de esa población. Además, ellos la llaman avenida de La Corea, o la Calle de los Sueños, y usted cuando llegaba decía, ¿la calle de los sueños? y físicamente la impresión que daba era de una pesadilla. Sin embargo, para la población y para el proyecto comunitario, que era muy cultural, era la Calle de los Sueños.
O sea, hay una composición entre lo que la gente entiende como ciudad y cómo los urbanistas van pensando la ciudad y los arquitectos y después, evidentemente, los políticos y las personas de planificación, cómo van administrando, porque siempre hay una visión muy técnica de planificación de la ciudad, pero también siempre hay otra visión, que es más cultural, más social de la ciudad, y hay una visión administrativa y existe la mezcla de esos criterios. Los sociólogos decimos la ciudad de todos, un espacio relacional, y por eso nos gusta hablar mucho de la ciudad relacional, darle un apellido a la ciudad, pensando en la gente más que en lo físico, en la ciudad. La ciudad es un estilo de vida y como decía alguien en el siglo pasado de la escuela de Chicago, que es muy mitológica en los estudios sociológicos urbanos, la ciudad es un laboratorio social. La Habana es un laboratorio social, por lo que está sucediendo y por lo que da de impronta a la imagen de la ciudad. Y de ahí que yo vaya a la experiencia de una simple calle que llaman avenida en San Miguel del Padrón, que formaría parte de La Habana profunda, lo que llaman el sur de La Habana. Mario Coyula hablaba de La Habana costera y de La Habana sur, es cierto. Pero La Habana es una costa, La Habana del norte, la Habana costera, pero ahí hay dos Habana, una del túnel de La Habana hacia el este, La Habana del Este, y La Habana del Oeste, Miramar. Entonces se podrían estudiar dos imágenes de la ciudad.
Por eso menciono esta pequeña calle en San Miguel del Padrón que evidentemente separa un reparto de un barrio entre comillas. Y como la gente tiene criterio de un imaginario que se mueve, existe la gente de La Corea y la gente del barrio que está enfrente. Por eso yo digo que el término imágenes depende de los contextos, de la historia. Yo creo que estos nombres de luces, sombras, responden a una visión muy cultural, diría yo, antropológica, de entender la ciudad. Que si la ciudad es oscura, está iluminada, está apagada, es esplendorosa. Esta es una visión muy antropológica y ocurre también cuando la gente asume las personas que viven en la ciudad, que llegan a la ciudad, que entran y salen de la ciudad. Yo siempre digo que esto es muy antropológico y también es muy de exclusión social el término en La Habana de «palestino». ¿Qué es palestino? Es una manera en que se marca la diferencia con un tipo de inmigrante diferente. Usted puede ser de Cienfuegos, de Santa Clara, pero usted no es «palestino». Y fíjense la palabra de dónde se trae, de Palestina. O sea, yo creo que es muy jocosa, pero culturalmente es una exclusión y está marcando a un tipo de inmigrante que evidentemente guarda toda una relación histórica en La Habana que también es una imagen, la imagen del inmigrante en La Habana: si usted es inmigrante de Oriente o no es de Oriente, si es de la inmigración inducida o la no inducida. Porque hay una responsabilidad pública también en esa inmigración, que muchas veces ha sido inducida. Porque se ha traído personal a La Habana para ejercer funciones que no ha habido quienes la hagan, como los constructores, por poner un ejemplo, y demás. O cuando los arquitectos y los urbanistas fragmentan la ciudad, haciendo repartos sectorialmente: el reparto para los científicos, el reparto para los militares, etc., etc., o las cinco o seis zonas de un Ministerio aquí en La Habana, que son muy complicadas como la imagen de Alamar, San Agustín, etc.
Por eso es que además del tema de la imagen también está el tema de la mirada de la ciudad: hacia el centro, la periferia, la zona central de La Habana o La Habana de acuerdo a cómo se fue conformando según los geógrafos. Luisa Íñiguez lo presenta en su libro Las tantas Habanas: estrategias para comprender su dinámica social. Desde esa perspectiva hay que entender la imagen y la dinámica de La Habana. La gran Habana metropolitana cuando se divide en cinco grandes municipios, pero La Habana que se extiende cuando lo que era Marianao, Guanabacoa y Regla es asumida por La Habana. Es La Habana que se extiende cuando se desprende, por ejemplo, San Miguel del Padrón de Guanabacoa. Y así en distintos momentos la imagen de La Habana se va conformando por las problemáticas actuales que tiene. Felicia hablaba, por ejemplo, del tema de la cultura ciudadana, y yo creo que hoy la calidad de la imagen de La Habana pasa mucho por esto que pudiéramos llamar la cultura ciudadana, que tiene un componente básico que es la cultura urbana como tal y que tiene que ver con problemas éticos y urbanos. Yo creo que hay un empobrecimiento de esa cultura ciudadana y por tanto hay mucho empobrecimiento de una cultura urbana en este momento, que se expresa en todos los daños que sufre La Habana y que ya señalaba Felicia.
Y lo otro es también mirar La Habana desde el punto de vista demográfico. El tema demográfico en La Habana es muy interesante: qué por ciento de los que viven en La Habana nacieron en La Habana, si es población nativa o no, como tal. Qué composición de la estructura social tiene hoy La Habana ante un mercado de trabajo que está cambiando, el trabajo se va polarizando, trabajo muy calificado, trabajo descalificado, trabajos que exigen más, trabajos mejores remunerados, trabajos no remunerados, trabajo que se paga en CUC, trabajo que no se paga en CUC, y donde hay un mercado inmobiliario que también está transformando la dinámica de la imagen de la ciudad, quién compra, cuánto vale una casa en un lugar, cuánto vale otra; la estructura misma de la familia ha cambiado y hay una tendencia al aumento de la familia monoparental, la familia soltera, la familia sin hijos, o sea, cómo se deduce el tamaño en la familia. Esto en La Habana es muy interesante. El envejecimiento poblacional no es igual en toda La Habana, que hoy tiene la población de hace diez años atrás. Hasta hace un año La Habana fue decreciendo en población, creció el último censo y cuando usted hace los análisis de la cantidad de población que tiene La Habana se asombra que es la cantidad de población que tenía La Habana hacía diez años, pero con otras características en esa estructura de población. Hay municipios que crecen y hay municipios que decrecen, La Habana tiene tres municipios muy poblados y llama la atención que son municipios de La Habana no central, de la Habana periférica, y cuando usted tira con elementos sociológicos un análisis de la dinámica de La Habana que tiene que ver con la imagen de La Habana, su tasa de crecimiento es negativa totalmente, es menos seis. Ni siquiera es más, está por debajo de cero. La tasa de natalidad es la más baja del país, la tasa de divorcialidad es la más alta del país, la tasa de mortalidad es la más alta del país, el saldo migratorio interno es favorable, pero el saldo de emigración es desfavorable. Entonces no hay una compensación entre población que llega y población que sale. Y todo esto dice que hay una situación en la ciudad que hay que tener en cuenta porque está condicionando que haya muchas imágenes. Me gusta mucho el nombre que le puso una autora a un libro que se los recomiendo, de Luisa Íñiguez, geógrafa, que salió hace dos años, se llama Las tantas Habanas…, un estudio con una mirada sociológica muy interesante que recupera La Habana como visión de espacio terri torial, pero también de espacio social y habla del conflicto social, el tema de la cohesión social en los barrios que ella estudia y que tiene que ver mucho con el tema de la identidad y la reproducción que se va dando en La Habana de estos elementos que yo he estado mencionando. Por ejemplo, hay dos cosas que llaman mucho la atención y que tiene una incidencia en la cultura ciudadana, en la cultura urbana y en la imagen de La Habana. Se habla mucho de recuperar, de construir, del mantenimiento físico de la ciudad, pero yo creo que hay que darle prioridad también a recuperar, mantener y construir la cultura social, la cultura ciudadana. Hay que rescatar esos temas, que no están tratados simétricamente sino asimétricamente. Hay que pensar en eso.
Y el otro tema es de las desigualdades sociales hoy en La Habana, que se dan al interior de un barrio, en una calle, lo que podríamos decir una segmentación social, una fragmentación social como decimos los sociólogos urbanistas, y se dan entre las calles de un barrio, entre la zona norte de un barrio y la zona sur o entre un barrio y otro barrio en el mismo municipio, entre los municipios de la capital. Los procesos de desigualdad están pasando por los temas de ingreso. Volvemos al mercado de trabajo, o el mercado inmobiliario, cómo se está moviendo el tema de las reproducciones sociales y de las desigualdades sociales, quién puede comprar una casa, cómo se compra, la valorización o el precio del suelo, que es un tema importante que tiene que ver con la imagen de la ciudad. Porque para mudarse de Alamar o permutar de Alamar usted tenía que pagar. Sin embargo, el que permutaba del reparto Camilo Cienfuegos, en el mismo municipio, podía pedir por la permuta. Qué interesante, ¿no? Y eso está dado por la imagen que hay, porque un porciento muy grande de las personas de Alamar, se quieren ir de Alamar.
En un estudio que hicieron los ingenieros y los arquitectos en el 2009 sobre la identidad de La Habana llamaba la atención los porcientos de las personas con respecto a la permanencia del lugar y la tranquilidad del lugar con respecto a la identidad. Y recuerdo, si no me falla la memoria, que un 50% de las personas en La Lisa que se les preguntó sobre tranquilidad ciudadana veía a San Agustín como un lugar muy tranquilo. O en el municipio en 10 de Octubre la gente veía la Calzada de 10 de Octubre como un lugar muy tranquilo. Fíjense qué interesante, cómo se mueven estos datos. Lo otro interesante es un estudio que hacía una estudiante nuestra de sociología sobre facilidades urbanísticas, un concepto que ha promovido el Instituto de Planificación Física cubana, y ella vio cómo en La Habana hay tres zonas intranquilas. Realmente, lo más interesante es que La Habana cuando usted la compara con América Latina, es una ciudad tranquila. Y yo creo que es una de las luces que tiene La Habana, la tranquilidad que aún tiene. Sin embargo, para el interior de La Habana, para los ciudadanos, muchas veces no es ya una ciudad tan tranquila. Es más, llama la atención que aun cuando no hay un alto índice de asalto y violencia y de criminalidad, la gente se empieza a sentir insegura. Eso aparece en los estudios. Claro, esto está en dependencia de un conjunto de variables, cómo la población, el grupo etario que se consulta, el lugar respecto al que se consulta. Por ejemplo, en este estudio del que yo estoy hablando, de la maestría de una socióloga, la calle Paseo, de El Vedado, no es intranquila, lo que la población consideraba intranquila es la última parte de la calle Paseo, que termina en Zapata. Son dos cuadras, aproximadamente, por eso la percepción que se va dando de este tema de la intranquilidad, cómo la gente lo va percibiendo.
Otro aspecto del tema es el enrejado, cómo la gente se va encerrando, los nuevos ricos y los pobres. Yo digo que hoy la desigualdad social se observa hasta en la puerta que usted pone en su casa, la reja que usted pone y los cristales con que sella o si no tiene cristales y solo pone la reja de hierro porque no le alcanza el dinero para poner los cristales. ¿Qué está diciendo esto? La diversidad que existe hoy en La Habana, la diversidad de familia, de tipo de familia, la capacidad o las posibilidades socioeconómicas que cada uno tiene para enfrentar hoy la situación de la vivienda. También el enrejado, una tendencia como el enrejado, está diciendo, evidentemente, que la gente percibe que la ciudad no es tranquila. Si son los nuevos ricos, el muro, porque no quieren que la gente vea lo que tiene ya. Hay muchas lecturas, depende el tipo de muro, el material, depende el lugar, muchas lecturas, el significado de la imagen, es un problema del estatus. Javier Sotomayor creo que ahora acaba de comprar un terreno en el barrio donde yo vivo, hizo una casa y levantó un muro. Todo el mundo sabe y habla pero el muro no permite ver nada, si realmente es la casa más rica del barrio. Así no es como se va dando la tendencia de composición de luces.
Y ya por último otro tema muy polémico de La Habana hoy, que Felicia ponía como ejemplo, el tema del cambio de uso de los espacios públicos. Muchos urbanistas y arquitectos han estado muy preocupados en los últimos cinco años por el cambio de uso de locales. Es cierto que el cambio de uso de locales en La Habana ha transformado todas las arterias más importantes de la capital, la Calzada del Cerro, Infanta, Monte, 10 de Octubre, etc., etc., para mal, no para bien. Es más, áreas que eran de servicios y estuvieron un tiempo cerradas, se perdieron los servicios, pasaron a ser viviendas, donde yo pienso que hubo legalidades e ilegalidades, muchas permitidas o no permitidas, y ahora como están en áreas centrales, tienen un valor muy importante, han pasado a ser de servicios. Interesante esa dinámica que se va dando en esas zonas, el cambio de uso, que también está dando una imagen de la impersonalización. Yo creo que el espacio público poco define a la ciudad de La Habana, es la gente, su gente, su sentido de comunicarse, de relacionarse, de hacer uso del espacio público. Sin embargo, el cambio de uso de los espacios públicos, resulta muy diferente cuando ocurre en la zona central, cuando ocurre en las periferias, por ejemplo, en Alamar o en Guanabacoa, donde va dando una imagen de crecimiento, de personalización, individualización, impresionante, porque hay una apropiación, hay como una tendencia a la privatización de lo público, lo cual se está haciendo de manera muy descontrolada. No sé cómo se va a poder controlar ese fenómeno que va dando una imagen de la ciudad muy desacertada, sin decir que resulta una expresión de que ha pasado algo en las relaciones sociales del habanero como tal.
Por tanto pienso que los desafíos que tenemos hoy para superar algunos de estos problemas que tiene La Habana pasarían primero por el creciente auge del turismo, el impacto del turismo, que evidentemente puede afianzar las dicotomías y las problemáticas que tiene La Habana a pesar de todos los beneficios que trae. Y la gran pregunta que uno se hace ¿pasará en La Habana Vieja y Centro Habana con el turismo lo que ha pasado en Venecia? El crecimiento en la movilidad, también; tenemos el riesgo de la movilidad. Yo creo que el no haber tenido un transporte privado desarrollado es una luz para la ciudad, pero hay un sentimiento de individualización y de interés por el vehículo privado que alarma. Si La Habana posee hoy el prestigio de tener muy poco por ciento de vehículos por cada diez personas, respecto a como hay en otras ciudades, corremos el riesgo de que ese por ciento se eleve con todas las consecuencias que nos podría traer de sombras para la ciudad. El tema de la situación demográfica exige solución. El tema de cómo entender los diversos actores y su incidencia en la ciudad, por ejemplo, actores institucionales en su visión técnica, en su visión legal, en su visión de recursos como tal. Actores populares y los nuevos ricos, que evidentemente están haciendo mover la ciudad entre una espontaneidad y un control muy complicado.
El tema del suelo en La Habana: hay que tomar definiciones sobre el suelo urbano y sus consecuencias, realmente definir el tema del suelo. Hay esquinas de La Habana que son muy emblemáticas, que no se pueden dejar a la espontaneidad, como ha pasado realmente, pongo el caso de Galiano y las esquinas de Galiano, o esquinas como las de Reina y Águila, por poner un ejemplo. Esos son algunos de los problemas que yo he traído y los estudios están ahí. Les recomiendo el libro de Luisa Íñiguez Las tantas Habanas…, con una mirada a algunos barrios desde el punto de vista de la vulnerabilidad, los conflictos y tendencias que se van dando. Creo que La Habana es una ciudad de muchas luces, pero que hoy está también muy ensombrecida, pudiéramos decir que es una ciudad de sueño, pero también es una ciudad de pesadilla y tenemos el reto de mantenerla como ha sido. Hay una discusión siempre que si La Habana ha sido una ciudad que ha estado detenida en el tiempo, que hay como una especie de congelamiento urbano y hay otros criterios que dicen que no, que La Habana se está moviendo siempre. Yo creo que la verdad está entre los dos; está parada en el tiempo en un sentido, pero hay unas dinámicas impresionantes, culturales, sociales, conflictivas, de muchas oportunidades y también de mucho desafío que habrá que asumir para sus 500 años. Muchas gracias.
Jorge Luis Rodríguez: Buenas tardes. A mí me toca, tal vez, la parte más amplia, aunque me voy a limitar al tiempo. Confieso que cuando me propusieron el tema, al principio, me atormenté un poco porque son tantas las aristas con las cuales uno diariamente puede justificar el tema que nos ocupa hoy, que iba a ser interminable la presentación. Entonces, en aras del tiempo, me limité muchísimo. Todavía hoy por la mañana estuve quitando fotos de esto que les voy a presentar. Serán cerca de cien fotos. Por tanto, mi exposición va a ser más visual que oral. Creo que las imágenes lo van a contar mucho mejor que yo.
Intentar echar una mirada a esta visualidad de La Habana que tenemos es una tarea verdaderamente difícil. Porque nuestra ciudad, en esa dinámica constante, no deja morir los ciclos en el tiempo que debe tener y, a veces, se apresura. También incorporamos muchísima información que nos llega a una ciudad-puerto, a una ciudad como La Habana a donde constantemente están arribando turistas. Porque nos están llegando, vamos a decir, patrones que muchas veces se copian sin el tiempo necesario para asimilarlos y eso hace que esa prontitud o ese aceleramiento cambie completamente de un año para otro las maneras de ver, las maneras de representar la visualidad, lo cual, desgraciadamente, a veces trae más daño que beneficio. Por tanto, yo creo que al hacer un levantamiento de la visualidad de nuestra ciudad se corre el riesgo de ser injusto. Trataré hoy de no ser tan injusto, aun cuando es verdad que la realidad salta a los ojos. A veces a mis alumnos les pongo una frase de Expediente X que me gusta mucho: «la verdad está allá afuera». Cada vez que ellos tienen algún tipo de duda yo les digo: vayan allá afuera porque allí hay algo que nos está llamando la atención y sobre lo cual podemos trabajar. Digo mis alumnos porque imparto docencia también como fotógrafo; soy profesor de diseño gráfico y fotografía. Y muchas veces ese trabajo hay que hacerlo en la calle y los lugares que se escogen. Estas imágenes no son lo placenteras que uno desearía pero al final son un registro y se convierten en un documento muy interesante, histórico, sobre todo sociológico, cultural, de lo que va sucediendo en nuestra ciudad y entonces resulta un archivo invaluable para investigaciones como esta.
También tenemos un eclecticismo visual que, poco a poco, se va desprendiendo de formas que yo acostumbro a llamar gastadas, por otras que van apareciendo y que todavía son muy deudoras de esa estética que nosotros heredamos de la etapa republicana, de la estética norteamericana, en cuanto a lo visual, y también, con un poco menos de fuerza, de la estética europea. Pero todavía nos cuesta trabajo acabar de encontrar una estética que reproduzca códigos propios, códigos nacionales, por así decirlo. ¿Por qué? Bueno, la mayoría de estas imágenes visuales descansan en la arquitectura. La arquitectura es el soporte donde casi todas estas manifestaciones se pueden observar, y ese por ciento es bastante alto en cuanto a cánones o en cuanto a límites. A esa herencia que tenemos, precisamente, de un tipo de arquitectura que dejó de ser historicista hace muchos años ya para convertirse en una suerte de eclecticismo visual y esta imagen que se le va a imponer encima a la ciudad, muchas veces lo que hace es reforzar ese carácter ecléctico, en ocasiones un poco desacertado.
La imagen en tanto elemento discursivo necesita un soporte, y este soporte se adapta perfectamente a la forma más que al contenido. Es decir, muchas veces todas las experimentaciones que se hacen no tienen en sí un discurso desde la idea, sino más bien desde la plasmación de la forma en estos grandes emplazadores o receptáculos que son: portales, muros, vallas, paredes. También la estética de nuestra ciudad es muy compleja. Es una estética que cambia muchísimo y en la cual las regulaciones urbanas que tenemos a veces no recogen cómo interpretar tipos de situaciones que puedan reforzar o no el uso de las luces, el uso de anuncios, el uso de grafitis, que yo sé que hay muchas personas que consideran el grafiti como un acto dañino a la ciudad, pero otras muchas personas no lo consideran así y hay casos, aquí pondré algunos ejemplos más adelante, donde pierde el nombre de grafiti para volverse un poco pintura mural y, entonces, le da un realce diferente a esa zona o la legitimiza, que también eso es importante.
También porque no existe una estética uniforme, es decir, toda la ciudad no tiene la misma estética, como ya se ha ido apuntando. Por tanto, eso crea además un problema en la visualidad porque no existe un ambiente renovador, un ambiente fresco en todos los casos, ni atractivo tan siquiera, y se van creando zonas donde puede ser más acertada o no cierta visualidad o donde, por lo menos, funcionan diferentes cánones o diferentes patrones. Eso, evidentemente, empieza a dividir las ciudades a partir de ese elemento que se está proyectado y que, en algunos casos, define y marca el ritmo de nuestra urbe.

Ejemplo de elegancia y armonía arquitectónica. Edificio Bacardí, en La Habana Vieja.
La Habana es una ciudad preciosa; de eso no cabe la menor duda. Está llena de elementos distintivos, bien sea por su arquitectura o por la intervención casual del tiempo. Pero también hay una estética de la improvisación y del apuro, esa suerte, de laissez faire del cubano contemporáneo que, en ocasiones, se vuelve un poco graciosa, como este ejemplo que vemos aquí cuando debería ser realmente preocupante.

Una casa en Guanabacoa. Un caso de estética de la improvisación y del apuro.
A veces estos casos se quedan así, en el olvido, por los siglos de los siglos, y devienen, a su vez, puntos referenciales o arquetípicos de una zona o una localidad que enseguida se pueden reconocer. Por supuesto, esta imagen no la reconocerán, según creo, porque también he tratado de buscar imágenes que no sean muy comunes. Esta imagen es de Regla.

Parque en Regla. Punto referencial en la localidad y ejemplo de deterioro constructivo.
La destrucción y el deterioro parece no importarles a las autoridades inmediatas y todo va quedando ahí, en esa suerte de limbo en el que, a veces, uno cree recordar a través del tiempo una imagen que fue de un determinado sitio, de una tienda o de un determinado comercio y que ha permanecido misteriosamente sin ser destruida ni atacada. Los textos, a veces grafitis y a veces no, traducen esa especie de canción o de susurro que muchos realmente no quieren oír, pero sobre ellos no existe un control estético y encontramos cosas que muchas veces son preocupantes. Muchos de estos elementos recurren a la fuerza de la historia y se han convertido en espacios legitimados o imágenes legitimadas por ese tiempo y esa suerte de carácter que ha tenido la misma historia en nuestro país y vemos cosas tan horribles como esta donde la imagen se destruye completamente, pero como ella es el símbolo de algo que está permitido o legitimado, pues queda, y nadie se cuestiona cómo esa imagen pudo haber sido hecha de esa manera. No hubo un ojo avizor que dijera: «mira, no, esto no puede estar así.» Pero ahí está, porque es la imagen aceptada. Esta es de una escuela de Marianao.

Falta de control estético sobre los carteles y anuncios públicos. Nombre de una escuela en Marianao.
En otras ocasiones son simples y pequeñas intervenciones, como tapar lo que supuestamente está prohibido y queda entonces algo misterioso, con todo un sentido simbólico y semiótico muy complejo y que puede ser hasta contraproducente. A veces son ligeros detalles, ligeras marcas que se hacen en la ciudad con tal de distinguir un objeto o una pared. Es el caso de un Che que, por no borrarlo, lo han ido retocando y estuvo verde, últimamente está de otro color y ha ido cambiando todavía más. O este local, con varios mensajes distintos. Para mí lo más terrible es que la bandera está puesta detrás de un cartel que dice: «no hay baño, prohibida la entrada a menores al bar». Nadie se dio cuenta de mirar eso desde el lado de acá. Y ese letrero está frente al Capitolio, al lado del teatro Payret, en un barcito que hay en la esquina.

Error en la colocación de un elemento simbólico en la vía pública. Bar Payret, en la Habana Vieja.
Pero estos problemas comienzan a volverse más complicados cuando se mezclan los anuncios con los nuevos negocios, es decir, anuncios de corte político con los nuevos negocios que están apareciendo. Es una rara comunicación que uno no sabe muy bien cómo entenderla. Para los turistas, por supuesto, que es graciosísimo. También para mí, como una especie de documentalista de lo que está pasando, pero la verdad es que son cosas raras, cosas feas. Aparecen sin una especie de orden, sin una correcta realización, y se convierten en elementos sui géneris de una subcultura visual que constantemente estamos viendo y muchas veces interactuamos con ella.
Los patrones de una estética revolucionaria siguen primando en algunos lugares o frente a determinados casos donde es necesario una reafirmación de estos conceptos nacionales y patrióticos. Pero se impone la verdad y la prontitud gana un especio o un terreno que se ha dejado conquistar, que se vuelve preocupante por lo reiterativo y chabacano que a veces suele ser. Puedo mencionarles otro ejemplo en la Habana Vieja, creo que en la calle Cuarteles, si mal no recuerdo, donde un señor ha hecho un mural frente a su casa. La parte de abajo es un teclado de computadora y en el monitor él pone todos los días un pan. Verdaderamente es muy críptico. Yo no me he atrevido a preguntarle cuál es la esencia de su mensaje, pero es algo bien preocupante porque es una imagen desconcertante para mucha gente eso de poner cada día un pan, que, supongo, sea el suyo, de la libreta.
Otros casos, tal vez más pensados y armónicos, pasan a ser ligeramente manipulados o afectados por el tiempo o por la acción de artistas callejeros que casi siempre son anónimos y que empiezan a ganar cada día más terreno y notoriedad en la ciudad. Los nuevos negocios para atraer turistas no siempre consiguen cumplir con la lógica de un mercado específico ni con una estética que es la que necesitamos nosotros: no solamente producir, sino presentar. Y muchas veces nuestro país es visto como un lugar raro, como un país que sin darnos cuenta nosotros mismos hemos ayudado a degradar a esos niveles. Por ejemplo, con estas especies de tiendas particulares que hay en muchas zonas de la Habana y que, a veces, son difíciles de clasificar desde una estética visual.
Pero siempre hay cosas dignas de ver y de sonreír ante ellas, porque refuerzan ese carácter particular de nuestra ciudad. Otros son elementos genuinos y discretos, pequeñas intervenciones que hacen los artistas en las calles, en las esquinas, galerías o estudios, por supuesto, privados y los grafitis. Los grafitis empiezan a dialogar no solo por su realización y por lo que en algún momento pudieran embellecer, aunque algunas personas no lo consideran así, sino elementos que agreden la arquitectura. De esos hay muchos ejemplos, pero hay proyectos como el que sucedió no en la pasada Bienal de La Habana sino en la anterior, donde se hicieron pinturas murales más que grafitis, que dignificaban zonas que visualmente estaban un poco relegadas en la ciudad o en zonas destruidas. Hubo todo un concepto, o por lo menos un intento, de que hubiera una relación entre la forma y el contenido y que fueran mucho más agradable estos espacios que a veces se van perdiendo, bien por una destrucción o por la misma dejadez que muchas veces tienen las personas a cargo de la ciudad. Y en otros casos son simples intervenciones pequeñas, diminutas, que aparecen en un pedacito pequeño en un municipio o en una calle, generalmente, vienen a ser lo más críptico dentro del tratamiento del grafiti. Las personas que son ajenas a este medio nunca las terminan de entender, pero a veces son muy bien logradas y muy interesantes.

Un símbolo iconográfico: la imagen del rapero 2Pac, en La Habana Vieja.
Hay una suerte de proyectos, como algunos que se presentaron en la Bienal de La Habana, que tratan de crear una historia y embellecer también una zona o zonas que sencillamente las personas, para cambiarle la fealdad que tiene su espacio vital, pues lo adornan con determinadas pinturas. Evidentemente, algunas deben su desarrollo, su impronta, a una gráfica norteamericana, pero están bien. Creo que funcionan perfectamente y, a veces, logran esas sonrisas en las personas, que es verdaderamente importante. El arte tiene también que servir para eso.
Otras veces lo que se hace es reagredir o tratar de reinterpretar determinadas obras que ya fueron hechas, como algunas en la calle O’Reilly. Y esta suerte de pinturas murales, que al final veo como una de las luces que puede tener este tipo de tratamiento en la ciudad, está específicamente, en Playa. Es la obra de un muchacho joven, graduado de San Alejandro, que se llama Maisel López, que ha tenido durante varios años la idea de ilustrar con los niños de la comunidad todo ese gran municipio. El proceso de cómo los selecciona no lo sé, pero zonas que estaban, vamos a decir, desde la visualidad de un artista, esperando que algo sucediera, pues él lo que ha hecho es que ha pintado estas caras y ha tenido muy buena aceptación. Ahí está él trabajando una de estas imágenes.

Pinturas murales en paredes del municipio Playa.
También hay otro fenómeno que empieza a dialogar, que son los nuevos negocios. En este caso las paladares y las cafeterías, algunas con una visualidad muy resuelta, coherente y armónica y con una estética también placentera. Este es el caso específico de un restaurant que hay en el Malecón, al lado del Palacio de las Cariátides, que se llama «Nazdrovie», que tiene o se apoya en una estética a partir de la gráfica soviética, pero más allá de eso levanta ese espíritu del negocio que emerge con un sello distintivo y completamente renovador.
Otros proyectos, algunos sin realizar, vinculan la ejecución arquitectónica bien ligera de los recursos de las artes visuales y el artista, quien en este caso pasa a ser como una especie de proyectista también del mismo suceso. La estética de alguno de estos espacios hace un guiño a las artes visuales. Hay un café-restaurant que se llama «Esto no es un café», por supuesto, y tiene como antecedente una obra del surrealismo, la obra específicamente de René Magritte, La perfidia de las imágenes, más conocida como: Ceci n’est pas une pipe, una obra paradigmática dentro de este movimiento, y como recurso adicional, este restaurant tiene una suerte de galería donde la persona también puede disfrutar de exposiciones. Es decir, algo que normalmente no sucedía o no pasaba; son las miradas nuevas que empiezan a aparecer.
La estética de algunos de estos espacios resulta, vamos a decir, que no muy pensada. Por ejemplo, un edificio historicista, con una gráfica que recuerda el Art Decó y con un sistema de luminarias que es un poco racionalista. Aquí hay esa magnificación del eclecticismo propio que tenemos nosotros, pero que va creando nuevas dinámicas visuales. También están algunos restaurantes, como «El Encuentro», situado en la calle Línea, que asume propiamente una estética ya pasada, de los años 40 y 50, pero que es muy gustada por determinado público, por traer esa nostalgia. O el caso del restaurant «La Farmacia», que está en Peña Pobre, que es muy nuevo y sin embargo tiene todo el glamur histórico de ese pasado, de una época determinada. Algunos son más recientes, como el «KingBar», en la calle 23, del Vedado, donde se muestran obras encargadas específicamente a determinados artistas, quienes diseñaron todas las obras que aparecen allí, no como un espacio de galería, pero donde uno constantemente va dialogando con ellas. O el «Art Pub», que está muy cerca de aquí, en Teniente Rey, Habana Vieja, que recuerda el típico bar de tapas español y sirve como espacio para que jóvenes artistas exhiban sus fotografías.

Una imagen bien pensada, fresca y sugerente. Bar «El Chanchullero», de la Habana Vieja.
Por último, quiero decir que para mí el más renovador de todos estos nuevos espacios es «El Chanchullero», también en la calle Teniente Rey, que utiliza una gráfica muy sugerente, una gráfica como publicidad que está impresa sobre pulóveres y sobre elementos móviles con esa especie de confrontación que provoca precisamente el término de chanchullo, de brete, de esa comunicación a veces compleja. Buscaron a un grupo de diseñadores que hace este tipo de carteles y que se mueve por la ciudad. Y creo que eso es algo muy bueno porque es una publicidad ajustada a los tiempos. Hay otros locales como «El Submarino Amarillo», frente al Parque John Lennon, en el Vedado, un espacio de interacción de jóvenes y no tan jóvenes, muy bien pensado, muy bien desarrollado por grupos creativos. Otro ejemplo el que hizo el Grupo Identidad 3D, de jóvenes diseñadores, un especio para el verdadero disfrute de la visualidad, muy a tono con lo que se quería transmitir, atemperado. También encontramos «El Barbarán Pepito’s Bar». Yo solamente les voy a mostrar tres ejemplos de este tipo, es decir: «El Submarino Amarillo», «El Barbarán Pepito’s Bar», frente al Parque Zoológico de 26, con un ambiente inspirado en la película de Juan Padrón, Vampiros en La Habana, que todos la conocen. La ambientación ha sido muy bien resuelta porque han copiado todos los elementos que aparecían en la película. Y la «Casa de 18 de Artex», en Miramar; se pensó en que allí iban a realizarse actividades que recordaran el bolero y todo este tipo de manifestaciones de la música cubana, pero realmente la decoración es más contemporánea. Es una decoración que no excluye, sino que incluye también a los jóvenes y permite que ese espacio, que es muy reducido, se use para otro tipo de actividades más personales, tal vez decir monólogos, o presentar algo muy inmediato. Es un diseño que trata de cambiar o de renovar ese concepto que a veces es fallido, desde mi modesto punto de vista: que un negocio o un local como este, porque brinde ese tipo de género musical tenga que recurrir obligatoriamente a una estética ya marcada y que es repetitiva. Me parece que esto no debe ocurrir en estos tiempos, en la ciudad de La Habana.
Algo que nos empezó a preocupar desde hace mucho tiempo es ese intento de atraer a muchos turistas porque incorporamos acciones o espectáculos que se vuelven pintorescos y que verdaderamente le dan un realce a la ciudad, no solo con la visualidad sino también con el sonido y con estos determinados aspectos particulares, pero muchas veces, en ese afán, aparecen elementos que pueden ser contradictorios, como esos show o espectáculos sencillos con animales que suelen ser bastante denigrantes, porque el animal sufre, lo maltratan. También sucede en algunas zonas con los carretones tirados por determinados animales, como chivos, que se dedican a darle vueltas a niños en un parque. El extranjero lo puede ver como algo un poco raro, pero para muchos de nosotros, yo en particular, no lo considero nada atractivo.
Nuestros conocidos buquinistas o libreros de viejo ya no están en la Plaza de Armas; este espacio resulta ahora placentero y tranquilo. Realmente ese espacio antes no era así, porque se prestaba también para otras actividades bastante feas como tráfico de obras de arte, venta de falsificaciones, y esto le daba una imagen fea a la ciudad. No solo por la utilización del espacio en sí, sino por aquel otro sistema un poco oscuro que se daba junto con la venta de algún libro o cartel. Hay otros elementos que son distintivos y bastante agradables, como los tríos de música en las calles, que no solo ofertan música sino una imagen visual placentera y bastante bonita. También hay leedoras de cartas, torcedoras de tabacos, dandis vestidos como en los años 30. Una nueva imagen que empieza a aparecer es la de los maniquíes o artistas del mimo, una atracción muy fuerte sobre todo para los más jóvenes, los niños, que ven en esto algo verdaderamente agradable. Eso no existe en otra parte de la ciudad, creo que es en la Habana Vieja donde se ve con más fuerza o donde únicamente se ve. Algunos se presentan muy bien, muchos de ellos son actores graduados de teatro o de dramaturgia. Hay algunos que se presentan como piratas, pero otros como un trabajador del campo, y así vinculan un elemento cubano con esta actividad. Me parece que eso es muy bueno.
La Habana es una ciudad donde las estatuas siguen siendo elementos protagónicos y donde dialogan las nuevas con las más antiguas o simbólicas, o las más reconocidas. La Habana está creciendo en cuanto a una visualidad escultórica, por así decirlo, más que de las artes, vamos a decir, pictóricas o plásticas. También la suerte de tener espacios que cada día se vacían por determinadas razones, permite a veces que se creen parques en los cuales uno puede, a partir de proyectos bien pensados y aprobados, situar monumentos o determinados tipos de espacio. A mí no me gusta, en particular, que construyan parques donde un edificio se cayó; como sucede muchas veces en el Malecón. Porque La Habana entonces se va a volver la ciudad de los parques. Pero sí me gusta que hagan proyectos donde los artistas puedan establecer sus obras, en este caso escultóricas, que sirvan para embellecer esa zona que, al final, ya no la van a reconstruir, a no ser que se reconstruya posteriormente.
Estamos viendo imágenes, que son muy simbólicas, de nuestra ciudad, paradigmáticas, que son bellas y preciosas y que ayudan a mantener esa visualidad de nuestra urbe hasta llegar a la última de las estatuas emplazada, al menos en lo que yo conozco, que es la imagen de Martí, donada por la Alcaldía de Nueva York.
También tenemos el Cementerio de Colón, que es otra de las joyas invaluables de la ciudad, que ayuda a que podamos tener un espacio reservado para el arte funerario; una verdadera rareza. Y el Capitolio Nacional es una obra que se ha rescatado, es una obra que en sí genera muchos tipos de lectura y una visualidad en todos los sentidos, arquitectónico, urbanístico, cultural, histórico, geográfico y político. Junto a él, muchas calles y edificios rescatan esa imagen limpia y agradable que siempre debe tener nuestra Habana y no solo para el goce y disfrute de los extranjeros, como muchas veces se piensa, sino también para nosotros. Son imágenes que nos cantan, son imágenes que están hechas, a veces, para rescatar un sueño, para vivir, y aunque nuestra imagen sigue siendo de una ciudad, en algunos casos, un poco dañada, un poco alterada por el tiempo y por la poca solución que hay a estos deterioros, está siempre presente en la vida de todos nosotros. Creo que lo más importante es que rescatemos La Habana y que no dejemos que muera en el tiempo. Muchas gracias.
Orlando Márquez: Pasamos a las intervenciones del público. Adelante
Rodrigo Espina, antropólogo: No voy a dar otra conferencia porque no tengo derecho ni conocimiento como para dar otra conferencia sobre el tema, pero simplemente como habanero de toda la vida y de padres habaneros me siento muy identificado con la ciudad. Es un tema que me está preocupando hace mucho tiempo y quisiera hacer algunas reflexiones. Me gustó mucho la intervención de la profesora en el sentido de antropólogo, que no lo soy, soy filólogo, pero bueno, me reconocen como antropólogo y me interesa mucho esta relación entre lo que el hombre construye y su cultura. Porque es lo que me parece a mí que al fin y al cabo está pasando en la ciudad. La ciudad puede ser bellísima, puede tener los edificios mejores del mundo, nos pueden dar una ciudad nueva, construida con las mejores ideas estéticas y de valores, y a los cinco años posiblemente los habaneros que estamos aquí, la podemos destruir inmediatamente. Estoy buscando información y me encuentro con el concepto de ciudad amigable, el concepto lo conocía, realmente el concepto así, amigable, está relacionado en internet, por ejemplo, con la tercera edad y la infancia, desde un punto de vista urbanístico, para poder pasear por la ciudad. Pero yo lo estoy relacionando con otros conceptos que me parece que son importantes, como decía la profesora, estos temas de la cultura, la relación entre el hombre que hace la ciudad, la ciudad que hace al hombre. Uno hoy en la ciudad se siente totalmente agredido. Yo quizás esté demasiado sensible, pero estoy agredido el día entero, desde que salgo a la calle, desde que entro a un establecimiento, desde que me monto en una guagua, desde que veo un cartel en un ómnibus «P» que dice «Por una Habana, por una ciudad mejor», y lo que hacen es hacerla peor. Porque paran —y esto no es urbanístico, no es arquitectónico, pero es parte de la ciudad, se desarrolla en la ciudad—, esos ómnibus paran una cuadra más allá. A mí antes me encantaba correr, cuando tenía menos edad, y montarme al final de la guagua, aguantando a las mujeres que venían colgadas, pero ya yo no puedo hacer eso.
Yo creo que lo que más hay que mirar, más que el proteger la arquitectura, que hay que protegerla, claro está, y lo urbanístico, hay que cambiar al hombre que está en esta ciudad, sino esta ciudad perece. Pero los políticos tienen poco repertorio porque tienen que dar soluciones inmediatas a los problemas y lo que hacen es repetir. Ahora me entero, puede que no sea verdad, que a partir de un problema que está pasando con los choferes de los «P», que creo que se les aumentó la cantidad de vueltas o se aumentó el dinero que tienen que pagar, se van a traer choferes del interior para que manejen los «P». Es una solución que ya hemos visto repetida con los policías, los maestros, y creo que ellos contribuyen en el momento inmediato a la solución del tema de la seguridad ciudadana, en el caso de los policías, de los maestros en las escuelas, pero nos van creando otros problemas. Hace un momento aquí decía alguien detrás de mí: son muchas más sombras que luces. Porque nos agrede tanto esa sombra a los que hemos visto la ciudad realmente envejecer, con muchas marcas, deteriorarse. Es algo tremendo.
Se habló también aquí del tema de la ruralización. Cuando yo impartía sociología urbana, asignatura que me dirigía Dávalos y Rosita Olivera me preparó para darla, yo agregué el término de aldeanización. Para mí son dos cosas que se complementan, pero no son exactamente lo mismo. Se ruraliza, pero se aldeaniza. Imagínese usted salir de la casa y ver a una persona limpiando el peine en los espacios públicos, o cocinando en la calle como los Comités de Defensa de la Revolución hacen. Es una práctica, se hacen las caldosas y después cualquiera se siente con derecho a hacer una caldosa en el medio de la calle por el cumpleaños de su mamá. Y esto no únicamente en barrios o en repartos como La Corea, sino en otros muchos más sofisticados y citadinos. Otro proceso que está ocurrien do: los parques wifi, ¡qué bueno! Pero ya no son parques para descansar y relajarse. Yo me asombré un día: fui a buscar comida a un restaurante para llevar a mi casa y en el parque oí a una mujer diciendo y llorando: «¡Pero tú no sabes lo que estoy pasando yo aquí!» Hablaba con el marido en los Estados Unidos, y un individuo que estaba un poco más allá y no puedo repetir aquí las palabras que estaba diciendo. Ese no lloraba, exponía con malas palabras la situación. Eso se está dando en los parques de wifi y otras cosas más me imagino que serán hasta peores.
Y para terminar, la identificación de La Habana Vieja. En La Habana Vieja hay zonas que están compradas por extranjeros, completamente. Hay edificios que ya están comprados por extranjeros, y si no son extranjeros, de todas maneras son cubanos, pero que están desplazando a los habitantes de La Habana Vieja. Sí, yo digo Habana Vieja porque resulta fundamental, me parece; pero eso está pasando en todos lados. Yo tuve la posibilidad de vender una casa, no era mía, era familiar, pero tuve yo que hacer el trámite y me negué a vendérsela a una extranjera que me iba a pagar un buen precio. Fue tanta la indignación que yo cogí por esa persona cuya familia le dio nombre a un parque del Vedado, que todavía están las casas de su familia ahí, que se fue y nunca más había venido, que se acogió a la ciudadanía, pero me lo declaró fácilmente, me lo declaró así, rápidamente: «nosotros vamos a comprar aquí porque queremos hacer aquí un emporio para nosotros» y yo me negué a venderle la casa. Después, tengo que confesar, la vendí mejor, me salió bien el proceso. Pero fue tan agresivo el hecho, cómo ella venía a reconquistar su Cuba, su Cuba… Bien, Gracias.
Orlando Márquez: ¿Alguna otra pregunta o comentario?
Lázaro López, alumno de la Laurea: Sí, buenas tardes. Quiero retomar lo que decía la persona que me antecedió y dirigirme al profesor que abordó el tema de la sociología. Yo soy de Campo Florido y me alegro que la arquitecta haya identificado que la zona que sí interesa es acá, el centro histórico. Nosotros estamos ahora en un proceso porque en este año se conmemora el 150 aniversario de la fundación como tal del poblado y realmente cuando nosotros analizábamos el tema decíamos: bueno, y por quién lo hacemos, porque aquí prácticamente ya no queda nadie de Campo Florido. Es el proceso que usted decía, el tema de la inmigración, que es algo que me preocupa. Lo que Espina decía es cierto: el problema es que subieron la recaudación y no hay choferes de los P. Y pasa también, como él decía, con el tema de la restauración, que yo lo veo como un problema central. Si no traemos a los constructores, ¿quién repara?. Porque entonces también el proceso de restauración de La Habana pasa por eso, por traer una brigada del Oriente del país, lo cual genera otros problemas en La Habana. Me pregunto entonces hasta qué punto este tema de la emigración hacia La Habana pudiera estar siendo una luz o una sombra para la propia Habana. Gracias.
Orlando Márquez: ¿Alguna otra pregunta? Una tercera intervención.
Daniel Estévez, máster de la publicación católica Palabra Nueva: Es una pregunta o quizás una reflexión al profesor de sociología. No recuerdo ahora el término exacto, quizás él me pueda ayudar. Alguna vez leí algo así como el efecto o el síndrome de la ventana rota. Ustedes, los sociólogos, creo que lo manejan muy bien. Se hizo un experimento en el Bronx, se dejó un auto abandonado y cuando pasó el tiempo se empezaron a robar los elementos del carro hasta que finalmente se incineró el carro y desapareció. Se echó la culpa a que los ciudadanos del Bronx no eran buenos ciudadanos. Se pasó entonces a California, si no recuerdo mal, y se dejó un auto, igualmente nuevo, allí, porque esos eran ciudadanos buenos. Con el paso del tiempo al carro, efectivamente, le sucedió lo mismo que al del Bronx. ¿Qué quiere decir? Cuando muchas veces desde instituciones se induce al ciudadano a una conducta determinada, sea o no querida, intencionada o no, ocurre lo mismo. Todos los actos vandálicos que ocurren en edificios, en lugares abandonados donde el Estado no le da la importancia que debe tener o a casas ilustres como esa en El Vedado donde murió Máximo Gómez. Es decir, cuando el Estado no le da una importancia, pues el ciudadano, lamentablemente, creo que tampoco se la da. Está inducido a hacerlo, no se justifica su conducta, pero sí de alguna manera se está induciendo a cometer una serie de acciones que en definitiva deterioran la ciudad.
Roberto Dávalos: Escuchando la exposición del profesor Jorge Luis sobre la imagen de los carteles y los cuadros en La Habana ustedes se darán cuenta de que se está dando un empobrecimiento del espacio urbano. Ha habido un empobrecimiento del espacio urbano que está condicionando, yo creo, por dos razones. Esa era mi apreciación: en qué medida el espacio físico condiciona el comportamiento y los comportamientos, como decía, son un proceso que se da y de acuerdo a los contextos está matizando una u otra cosa que sea determinante o sea condicionante. Evidentemente, de una ciudad como La Habana con la situación conflictiva que tiene de deterioro físico, no se puede esperar comportamientos sociales muy adecuados, pero también habría que ver porque es un proceso educativo que pasa por la identidad. En qué medida si usted está identificado con un lugar lo va a cuidar más o no, o va a tratar que se deteriore menos. Y eso tiene que ver con algo que está en discusión. Estamos hablando del habanero, existe el habanero, tiene identidad el habanero. Además, el tema identitario es al final una construcción muy social y muy manipulada: el habanero del siglo xx y el habanero actual, el habanero de la zona norte de La Habana o el habanero de la periferia, y el habanero que vive hace diez años en La Habana o el que es hijo de emigrante. Por eso les digo que esas construcciones tienen que ver mucho con los comportamientos. Después está la magnitud de La Habana; sabemos que La Habana, como toda ciudad concentradora de tres aspectos importantes, es concentradora de recursos, de riquezas y de población. En el tema hay tres variables que los sociólogos manejan mucho para la aplicación de las dinámicas urbanas, el tema del tamaño, la heterogeneidad y la densidad. Evidentemente, el tema de vivienda está multiplicado en La Habana, que es un sitio atrayente a la inmigración y se multiplica mucho. Y yo escuchando también a los compañeros, confirmo lo que se está reafirmando con estas tendencias: que hay una Habana de oportunidades y una Habana que queda fuera de las oportunidades. Las oportunidades están concentradas en un área de La Habana, no se habla de la otra Habana, no existe, porque es la parte de las no oportunidades. Pero también es la parte de La Habana que está creciendo más y a donde llega la mayoría de los inmigrantes, en un por ciento muy elevado, y llega allí de determinada provincia emigrante. Centro Habana es una cosa, San Miguel es otra cosa. Todo eso está conformando una dinámica y una complejidad. A esto se une el tema institucional, la debilidad, la poca operancia de los gobiernos municipales y del gobierno central. Los dirigentes máximos de la Habana no son de La Habana. El alcalde de La Habana no es de La Habana, el presidente del Poder Popular, la secretaria del Partido Provincial no son de La Habana. Y no es que desconfíe de las habilidades, la capacidad y la honestidad de ellos, sino que estamos hablando del otro tema: conocer el lugar, conocer su historia, sentir identificación. También se habla de recursos, pero el problema a veces no es de recursos, sino de habilidad y de capacidad para los modelos de gestión que se han implementado, para hacer un mejor uso de los pocos recursos que se tienen.
A veces se discute por qué La Habana Vieja ha funcionado, pero es que La Habana Vieja tiene unos atributos que no tiene ningún gobierno local de La Habana. Entonces ahí usted ve por qué unos tienen más posibilidades y otros no tienen posibilidades de enfrentar los problemas en la misma Habana. Hay una serie de interrogantes de situaciones reales que tiene La Habana que están incidiendo en esta situación actual de La Habana con respecto a la falta de identidad. Yo recuerdo siempre un estudio que hizo una norteamericana, un libro que se tituló Vida y muerte de las ciudades americanas. No recuerdo el nombre de la autora, pero sí que ella habló del ojo ciudadano. Un poco recuerda a Foucault. Él decía que el tema de la ciudad no es que usted se pierda en la ciudad, sino que usted sale perdido de la ciudad. Muy interesante esta propuesta de Foucault, esa visión metafórica de entender la ciudad como un laberinto. Pero esta estudiosa norteamericana en el siglo pasado hablaba del ojo de la ciudad, el ojo del vecino que se ha perdido, que explica eso, el compromiso de la gente enfrentando la problemática que hay. Otra deficiencia que tiene La Habana hoy es la participación ciudadana, la participación urbana, si habría que darle un término, un concepto, a la participación política, a la participación comunitaria, etc. Por ejemplo, no se sabe si hay un programa para la celebración de los 500 años de La Habana. ¿Hay quién conoce que existe ese programa? Es muy importante hacer una Habana con un modelo de gestión más participativo, que se discuta más, que se informe más.
Felicia Chateloin: Yo quiero hacer un comentario. Primero, la rehabilitación urbana integral atiende al mundo físico, al material, pero también al hombre. O sea, se ocupa de una manera integral. Lo que hay de rehabilitación urbana en La Habana es un pequeño puntico con respecto a toda la ciudad; lo demás es puntual y allí ya no se está ocupando del hombre y la ciudad. Pueden ponerse muchos ejemplos, como el de la cultura del timbiriche, que existe también en Miramar. La gente cree que no hay allí cultura del timbiriche, cree que está en otro lugar. El otro ejemplo pertenece a Marianao, a un basurero que fue creciendo y desbordando la acera y el muro de una escuela, que es del Ministerio de Educación y dobló por la esquina y siguió caminando el basurero. Un delegado quiso recuperar la cerca de la escuela y acabar con el basurero, en un esfuerzo de luz, y ustedes vieron que se levantó una cerca cuya perspectiva es un desastre. Esa escuela es una antigua casona que le decían la Quinta de la Americana, es una quinta ecléctica, que tiene sus valores, y la cerca que se hizo está hecha, me van a perdonar la palabra, con las pezuñas. Fue un intento de arrojar luz y se hizo esa cerca en la escuela, pero no se hicieron contenes, ni se hizo acera, ni se hizo par terre. Y esa es una imagen de La Habana, en Marianao. Es para que veamos que no porque haya rehabilitación urbana el resultado siempre será bueno.

Basurero en 100 y 37, Marianao.
La rehabilitación de verdad se da en el centro de La Habana Vieja, pero cuando uno llega a los lugares de la periferia hay casitas valiosas que se están perdiendo. Como una casita particularísima, que tenía una entrada esquinera y que tiene además un adorno barroco y ya lo único que se puede esperar de ella es que se acabe de caer. O el antiguo Hotel Trotcha, que ya es solamente un terreno porque ya se perdió. El Trotcha no está en un área de rehabilitación, pero la casita del siglo XVIII está dentro del área de rehabilitación. ¿Y qué pasa también? Que se priorizan los ejemplos paradigmáticos, que siempre son de élites, y los ejemplos modestos son marginados. Aquí hay gente que lo ha sufrido mucho, como la arquitecta Madelín Menéndez, que ha dedicado toda su vida a estudiar la vivienda en La Habana Vieja. Esos casos se pierden a montones. Entonces las luces, como la recuperación del borde costero de La Habana Vieja, no hay quien la opaque, pero hay sombras que están ahí y debemos considerarlas. Como la casa donde de salió el entierro de Máximo Gómez, en el Vedado. O el edificio del periódico El País, que hace ocho años que está vacío, y se está cayendo. Hay un estudio muy interesante de un arquitecto, Daniel Bejerano, sobre ese edificio, de Rafael de Cárdenas, uno de los mejores arquitectos cubanos, y de Cristóbal Díaz, un ingeniero muy reconocido, también cubano. Era un gran edificio hecho además con materiales muy caros, como el cromoniquel, y las ventanas se las han robado. Y como Bejerano se ocupó y también mucha gente se ocupó de decirlo, fueron y le soldaron cabillas a las partes metálicas del cromoniquel, que es un material carísimo. Ese edificio de la calle Reina tiene mucho valor. Y la solución para que no entraran y no lo siguieran desmantelando fue desgraciar elementos valiosos. Yo no estoy diciendo que no había que cerrar el edificio, pero había que pensar cómo cerrarlo. Entonces las sombras también están en nosotros.

Edificio del antiguo periódico El País.
La imagen no es solamente el mundo físico, la imagen que se queda en una fotografía, la que está ahí y no puede cambiarse. La que nos interesa es la que está cambiando, esa que vemos cambiar y la única manera de actuar en esa imagen es actuar en el hombre y en el mundo físico. Cuando en esa escuela yo arreglo la cerca y le enseño al niño que no hay que hacer acera, que no hay que hacer contén, que no hay que recuperar parterre, le estoy dando una educación negativa. Yo sé que hay problemas financieros, no estoy ignorando el problema financiero, pero digo que hay que tener otra posición ante la ciudad.
Jorge Luis Rodríguez: Yo solamente quiero poner un ejemplo para argumentar un poco algo que es muy preocupante, que tiene que ver con la educación y la participación cultural. Es un hecho que se dio en la pasada Bienal de La Habana. No sé si recordarán una acción performática instalativa que se dio en el Malecón en que un grupo de artistas intervino espacios de esta gran avenida y puso varias piezas. Hubo una muy recordada que era como una playa. Bueno, pues muchas de esas piezas hubo que retirarlas porque fueron vandalizadas, destruidas, dañadas a un por ciento increíble. Y yo no recuerdo, ninguna Bienal en que se haya agredido a las piezas que estaban en espacios públicos. Eso tiene que ver con la dejadez, con ese nivel de deterioro educativo que hay, y de todo tipo. Por supuesto, los artistas, algunos de ellos extranjeros, que participaban en ese proyecto que se llamaba Detrás del muro, decidieron retirar sus piezas y entonces quedaron espacios vacíos, espacios en que uno decía ¿pero aquí sucedió algo? Y los que visitaban esta gran exposición días después, decían «pero yo creo que aquí había una pieza», y eso fue afectando la misma presentación de esta gran obra, porque era una gran obra que abarcaba kilómetros. Son acciones que han ido empobreciendo y deteriorando la ciudad, acciones que el Ministerio de Cultura no ha podido controlar ni las puede controlar y que crecen continuamente. Esa percepción social que hay sobre determinadas acciones de emplazamiento es excesivamente baja. El fin que persiguen es llevar una educación visual y estética a la ciudad. Yo no sé cuándo se hará la próxima Bienal porque ya no es una Bienal, ya casi es una cuatrienal, si se volverán a emplazar piezas de este tipo en espacios públicos, pero muchos de los artistas están negados completamente a participar. Porque han sido cosas así, desastrosas, y eso es a lo que nos enfrentamos, esa es una de las grandes sombras que verdaderamente a veces es mejor no recordarlas, pero en espacios como estos hay que decirlas.
Orlando Márquez: Ahora pasamos a otra serie de comentarios del público. Por favor.
Manuel Alonso Machado, economista: Como han expuesto los panelistas, la fuerza bruta se encarga de destruir las pocas luces que tenemos. El vandalismo no es más que, en mí modesto modo de ver, pues no es mi área de disciplina, una muestra de frustración.
Porque si no me dejan arreglar mi casa hay que hacer cualquier cosa. Pues bien, salió a relucir el asunto del financiamiento y los recursos. Voy a recordarles una información brindada por la ministro de Comercio Interior en junio del pasado año. Existen inventarios ociosos por 24 mil millones de pesos. Quiere decir que la administración se gastó 24 mil millones de pesos en lo que no hacía falta, porque están ociosos, cantidades que no se gastaron en lo que sí hacía falta y que es vital, tan vital, que se quebranta la nación cubana si eso no se arregla. Porque el espíritu de nuestra ciudadanía, de nuestros pobladores, de nuestros habitantes, de nuestros conciudadanos se ve resquebrajado porque no tienen casa, no tienen espacio, no tienen recreación, no tienen, no tienen, no tienen… y se gastaron 24 mil millones de pesos en lo que no hacía falta. Gracias.
Orlando Márquez: ¿Alguna otra intervención?
Lorenzo Romero, médico: Yo quiero preguntarle al sociólogo: Al final, usted como especialista y profesor, ¿cómo ve el futuro de La Habana? Parece que le van a pasar un poco de colerete por sus 500 años, pero que se destruye más rápido de lo que se reconstruye y esta es una Habana donde la gente empieza a meterse en la reja, como usted dice, a enrejarce. Yo pienso que socialmente se deterioran los valores del cubano y la ciudad se va destruyendo. Les pregunto cómo ustedes ven el futuro de La Habana. ¿Cómo ven el futuro de La Habana en los próximos años? ¿Qué problemáticas le ven a La Habana y cómo piensan ustedes que se puedan enfrentar?
Orlando Márquez: Una última intervención, por favor.
Esther Suárez Durán, socióloga y colega del profesor Dávalos, para mí júbilo y honor. La pregunta siempre sería ¿qué se puede hacer? ¿Qué hacemos? Para hacerlo de manera personal: yo creo que las respuestas son disímiles y hay un conjunto de acciones posibles, pero hay elementos que están presentes, variables que están presentes en toda esta realidad. Hay una invariable que es la ignorancia y la incultura de quienes tienen que tomar decisiones o de quienes tienen que organizar la sociedad para que la sociedad sea capaz de alguna manera de producir las respuestas que tiene que producir. El socialismo yo creo que tiene muchas ventajas, nosotros tenemos las desventajas y nos olvidamos de las ventajas. Esa es mi personal opinión. Dos de las ventajas serían la participación social y el control social, pero la Revolución cubana no ha logrado garantizar de alguna manera la participación social en la creación de la vida, del país. Porque no tiene sentido que yo participe el domingo o el miércoles del día tal pero que yo no participe todos los días de mi vida y en todas las cuestiones en las cuales mi vida está comprometida. Eso no está resuelto. Y la otra cosa es que, por supuesto, el control social no existe. Es una tontería pensar que por algún lugar existe. Tenemos pensadores del siglo xviii y xix, sobradamente, con respecto a estas situaciones de la sociedad, y tenemos un pensador que se hizo cubano, aunque nació en otra parte, del cual conocemos lo que a algunos les conviene que conozcamos, y otros aspectos no se conocen suficientemente. Quizás porque son cuestiones que habría que estudiarlas con más profundidad y con más detalle. Me refiero a Ernesto Che Guevara. Hay algo que está claro, para el Che, como pudo estar claro para un pensador de la Cuba del xix, y es que cualquier proyecto social que se respete tiene que saber que para realizarse tiene que contar con todos, para hacer por el bien de todos. Lo que no parta de ahí no va a ninguna parte.
Yo concuerdo, por supuesto, con el colega que me antecedió que es economista y que tiene una visión mucho más precisa de estos asuntos de la economía y las finanzas, pero hay algo cierto: nuestra sociedad olvidó la palabra mantenimiento. Desde el principio de los años 60 en este país no se mantiene nada, no se le da mantenimiento ni a los centrales azucareros ni se le da mantenimiento a la ciudad, a los edificios como tal, a las calles como tal, a las obras públicas. Por lo tanto esa es una asignatura pendiente, está pendiente en la manera de ver la vida, en este caso la vida urbana, la vida citadina, pero están pendientes muchas otras cosas. Es algo raigal. En la raíz del proyecto el tema mantener no está; el tema está siempre en crear, en construir, en lo que sería de modo malentendido, revolucionar. Pero uno tiene sencillamente que moverse hacia el progreso, moverse hacia el bien, y para moverse hacia el bien hay que mantener. Esas son cuestiones que están ahí, dando vueltas. Yo digo todo esto porque me parece que son cosas importantes para ir un poquito más al fondo de lo que hemos conocido desde la visión de diferentes especialistas, a los cuales agradezco muchísimo la posibilidad de escucharlos en la tarde de hoy, y pudiéramos estar hablando aquí mucho más sobre este asunto. Gracias.
Felicia Chateloin: Yo creo que el mantenimiento es imprescindible, pero además del mantenimiento lo que se gaste, hay que gastarlo bien. Si cuando algo se rompe lo arreglo mal, gasté por gusto. Y si de contra, y voy a volver a poner el ejemplo de la calle que se ha comido la basura, las aceras y los parterre, levanto el muro y sigo recogiendo la basura con un cargador frontal, ya eso no es mantenimiento, eso es que tengo en medio de la ciudad un equipo que nada más se usa para movimiento de tierra. Entonces estoy tratando la ciudad como si fuera un terreno o el campo o un basurero donde se recogen escombros. En ninguna parte del mundo se usa ese equipo. Esto significa dos cosas, ni tenemos cultura de mantenimiento ni hacemos siempre bien lo que tenemos que hacer. Volvamos a ese ejemplo que yo puse del muro: ya tiene un hueco grande contra el muro. Porque ese dragón necesita un tope y va a tumbar el muro mal hecho. Yo estoy segura de que cada uno de ustedes podrá encontrar otros ejemplos particulares de las sombras y luces de La Habana que no se han dicho en esta exposición. Las luces no hay que discutirlas; La Habana es una ciudad maravillosa y además es única no solo porque tenga un Centro Histórico, sino porque tiene un sistema de calzadas único en el mundo, un sistema de portales corridos único en el mundo. Esta ciudad maravillosa que tenemos, tenemos que cuidarla, pero pensando. Porque yo creo que uno de los problemas que tenemos es que nos hemos acostumbrado a la de sidia, nos hemos acostumbrado a las cosas mal hechas. Hay que tratar a la ciudad, al mundo físico, pero hay que tratar al hombre, si no, no se puede hacer nada por su imagen.
Roberto Dávalos: Brevemente, creo que son intervenciones muy interesantes que dan mucho que pensar. Y los escenarios posibles pueden ser dos: un escenario de incertidumbre, pesimista, negativo, de que La Habana se puede perder, según algunas tendencias que aquí se han dicho. Y un escenario que puede ser muy optimista, muy positivo, La Habana se puede salvar. Pero yo no haría la pregunta cómo ver La Habana, sino yo lo que me pregunto es cómo sueño La Habana, cómo soñamos esta ciudad y cómo luchamos por realizar ese sueño. Creo que lo más interesante es tener un sueño, la responsabilidad de luchar por ese sueño, que estará en dependencia de que se cambien estructuras, formas de pensar, formas de gestionar. Yo pienso que en La Habana tiene una gran responsabilidad el Instituto de Planificación Física y sobre todo la dirección de Planificación de La Habana, entidades que en su momento jugaron un papel muy importante en esta ciudad. La Dirección de Planificación y Urbanismo en la ciudad de La Habana tenía un equipo social dirigido por un sociólogo, lo recuerdo, y eso se ha perdido. Hay que entender la ciudad en su diversidad, no solo es un problema de arquitectos, urbanistas, hacen falta historiadores, psicólogos, antropólogos, sociólogos. En la medida también en que nos entreguemos todos, las instituciones políticas, las instituciones culturales. Hay que arriesgarse para salvar esta ciudad. Las ciudades son todas iguales, tienen cosas bellas y cosas feas, cosas que atraen; y en esta ciudad, evidentemente, ahora priman más las cosas feas, la incertidumbre, pero tiene las luces que habrá que hacer que predominen como tal. En ese sentido yo creo que la historia de este país y el significado que tiene la Habana hacen pensar que será posible tener una ciudad mucho mejor, llámese sustentable o amigable, como decía Rodrígo. La Habana es una ciudad de grandes oportunidades a pesar de que tiene muchos problemas.
Me preguntaban por la migración. Una consecuencia en La Habana de la migración es lo que se llama la tugurización, los tugurios en La Habana, pero yo pienso que también en La Habana hay oportunidades y hay experiencias que habrá que tomar como ejemplo, los lados positivos de muchas experiencias que se están haciendo. Yo pienso que el Ministerio de Cultura ha promovido importantes proyectos comunitarios para la ciudad. Hay experiencias, lo que ocurre es que esos proyectos están dispersos, no están sistematizados. Sería interesante una mirada, por ejemplo, o la experiencia de La Habana Vieja, a lo que fue el Grupo de Desarrollo Integral para la Capital y los Talleres de Transformación Barrial, de los que casi no se habla y fue una experiencia única en La Habana, casi única diría en América Latina, donde hubo muchas potencialidades para rescatar el barrio y mirar la ciudad del barrio para acá.
Yo soy de los optimistas, igual que la profesora, a pesar de que sé que hay etapas y procesos, avances y retrocesos y conflictos, pero tengo optimismo porque La Habana, es mucha Habana. Es una ciudad que todos queremos y yo estoy seguro que muchos de los que estamos en La Habana, de sus 2 millones 154 mil habitantes, un por ciento muy alto no vamos a dejar que se pierda, que se nos escape de las manos y que se vaya. Por lo menos esa utopía la quiero recrear, la quiero disfrutar. Porque si algo ha demostrado el hombre es que no renunciamos a los sueños, nunca renunciamos a los sueños y siempre tenemos esa capacidad de soñar que ahora viene a ser otra mirada de la ciudad, más allá de la mirada física.
Felicia Chateloin: Yo quiero dejar sentado algo: primero, que el mundo no es de los pesimistas sino de los optimistas y que hay que confiar en que La Habana va a seguir siendo lo bella que en su historia siempre ha sido. La Habana tiene una cosa que no hay quien se meta con ella, que es parte importantísima de su imagen, que es el enclave, ese enclave de La Habana, el mar, la ciudad, la relación con la Corriente del Golfo. Eso no hay quien se lo quite. Esa es una súper fortaleza que tiene La Habana. La Habana también tiene otra fortaleza; es una ciudad que siempre ha tenido una lectura histórica que no se ha caracterizado por cambiar y transformar lo que tiene bueno, sino que siempre saltó, se fue al Vedado, hizo Miramar, hizo Alamar, pero siempre salta y regresa, salta y regresa. Hay que confiar en que también su propia manera de existir la va a ayudar. Esas son fortalezas que siempre va a tener La Habana. Yo creo que hay que despertar, es la palabra que ahora se me ocurre, despertar. ¿Qué posibilidades tenemos los que vivimos en La Habana de decirle a Comunales que no se puede seguir destruyendo aceras o parterres? ¿Qué posibilidades tenemos? Y yo quiero decir algo, ya para terminar: la escuela a la que le comieron la acera, le tumbaron el muro y cuyo basurero ha doblado la esquina está frente a mi casa. El delegado que quiso echar una luz, es mi delegado, pero lo que sí no puede pasar es que La Habana no siga siendo bella y acogedora.
Orlando Márquez: Solo queda agradecerles a los panelistas su participación. Yo me voy a tomar solo dos minutos. Destacar a la arquitecta Felicia Chateloin, quien ha hablado de la función del habitante que va haciendo uso de un mismo espacio, de un mismo lugar a través de los siglos. Destacar también al sociólogo que nos recordó particularmente esa Habana que está fuera de las visuales, fuera de la televisión, fuera del periódico, esa Habana de las periferias que muchas veces es olvidada, pero que también es La Habana, donde hay personas que padecen, que quieren prosperar, que quisieran progresar, y quieren mejorar su vida. Y además al profesor Jorge Luis, que nos habló de una nueva imagen de La Habana que va surgiendo en los últimos tiempos por razones muy visibles, incluso por esta nueva oportunidad que se va creando. Ahí hay de todo, cosas buenas y disparates.
A mí, por ejemplo, en lo particular, a pesar de la maravilla que tiene este casco histórico en que tanto se ha trabajado y tanto esfuerzo y recurso ha generado, que le encanta a los turistas norteamericanos porque no hay carteles de Mac’Donalds por las esquinas… Pero también me pregunto qué le responde un guía cuando un turista le pregunta ¿qué hace esa cabeza de puerco en una esquina? Yo no sé qué podrá responder, pero creo que las normativas urbanas prohíben ese tipo de exposición, o de dejación de trabajo. Porque todos sabemos lo que son: trabajos de cultos religiosos afrocubanos; pero tengo entendido que por cuestiones de salubridad está prohibido dejar esos elementos en la vía pública porque también es parte de la ciudad creciendo. Pero de esta Habana que inquieta tanto.
Yo quisiera recordar, porque creo que viene a tono si se habla de historia, la inscripción en la piedra de la columna de Cajigal, en El Templete. Yo no sé quién fue el autor, no creo que el autor sea conocido, incluso la inscripción generó ciertas discusiones a principios del siglo xx, cuando se restauró la piedra. La inscripción está en latín, dice así la traducción y ojalá siga estimulando a la gente: «Detén el paso caminante, adorna este sitio un árbol, una Ceiba frondosa, más bien diré signo memorable de la prudencia y antigua religión de la joven ciudad, pues ciertamente bajo su sombra fue inmolado solemnemente en esta ciudad el autor de la vida. Fue tenida por primera vez la reunión de los prudentes concejales hace ya más de dos siglos, queda conservado el árbol por una tradición perpetua. Sin embargo, cedió al tiempo, murió. Mira pues, y no perezca en lo por venir la fe habanera, verás una imagen hecha hoy en la piedra, es decir, el último día de noviembre del año 1754.» Que la inquietud que tuvo aquella gente que escribió en esa piedra, que la inquietud que se ha manifestado aquí esta tarde, sea también motivo para inquietudes presentes y futuras por mantener La Habana. Muchas gracias.
Nota:
1. Por razones ajenas a nuestra voluntad, en gran medida provocadas por el considerable número de imágenes que se presentaron en la exposición de los panelistas, no nos fue posible reproducir este encuentro en el número anterior y también nos ha llevado a suprimir las fotos individuales de los panelistas y de los asistentes que intervinieron. De cualquier modo, les ofrecemos ahora este espacio «En Diálogo».