Del 6 al 27 de octubre del presente año, según una convocatoria anunciada el 15 de octubre de 2017 por el Santo Padre Francisco, se celebrará la Asamblea Especial para la Región Pan-amazónica del Sínodo de los Obispos, llamada abreviadamente «El Sínodo de la Amazonía».
El documento de trabajo que se debatirá en el Sínodo, el Instrumentum Laboris —46 páginas contando las notas— fue dado a conocer en junio, y desde su título («Amazonía: Nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral») muestra el compromiso de la Iglesia con la defensa del medio ambiente y los pueblos que habitan ese territorio. Se tiene plena conciencia de que allí el hombre y la naturaleza son una realidad única que no puede ser separada (Véase «Un territorio donde todo está conectado» en el capítulo II de la primera parte) y de que no se puede atender pastoralmente a las comunidades que habitan la Amazonía si al mismo tiempo no se defienden tanto sus derechos como su entorno.
El documento en algunas partes puede parecer repetitivo. Ello se debe a que se esfuerza por dejar clara la postura de la Iglesia en este sentido, y planta cara ante la injusticia y la corrupción (Véase «Un rostro desafiante ante las injusticias»). Asimismo, se tiene clara conciencia de los ajustes y adecuaciones en el accionar pastoral que se entiende necesario realizar; algunas propuestas que se hacen en el documento pueden sorprender a quien no esté imbuido de la dinámica del trabajo pastoral, como sorprendieron en su momento algunas propuestas del Concilio Vaticano II.
» Amplia consulta internacional
El proceso de consulta sinodal previo a la redacción del Instrumentum Laboris fue organizado en todos los países que constituyen la Pan-Amazonía (Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú, Venezuela, Surinam, Guayana y Guayana Francesa). Según la agencia Zenit, en la consulta participaron 21 943 personas, de las cuales el 53% son mujeres y el 47% hombres. Entre todos ellos sobresalen: 6 337 laicos (3 601 mujeres y 2 736 hombres); 477 religiosos, 1 973 jóvenes, 492 sacerdotes y 12 664 obispos.1 Además se recogieron ideas y reflexiones de eventos en Estados Unidos, Honduras, Alemania y Roma. Entre los meses de julio y septiembre de 2019, las Conferencias Episcopales y la Red Eclesial Pan-amazónica (REPAM) coordinaron eventos de reflexión con los obispos y participantes de la consulta sinodal. Después de efectuado el Sínodo, en su momento el Papa dará a conocer los lineamientos del trabajo futuro en esa zona.
» Hijo de Laudato Si
El Papa Francisco ha dicho en una entrevista2 que el Sínodo es «hijo de Laudato Si, que no es una Encíclica verde, es una Encíclica social, que se basa en una realidad “verde”, la custodia de la Creación». No sin razón el Santo Padre lo ha calificado de «Sínodo de urgencia». La preocupación por el estado del medio ambiente y el papel del ser humano en su custodia no es algo pasajero que responda a una moda o deba verse como un intento de hacer aparecer más atractiva a la Iglesia en un mundo donde la polución de ríos y lagos, la presencia de pesticidas en los alimentos, la pérdida de la biodiversidad, la contaminación radiactiva, las islas de desechos plásticos y el calentamiento global conforman un paisaje aterrador del que al parecer no todos los políticos y gobernantes tienen plena conciencia. Esta preocupación va de la mano de la evangelización. La comprensión del papel del ser humano en el plan de la Creación pasa por la concientización de lo urgente que va resultando ya reparar el daño causado a este inmenso tesoro que nos ha sido confiado, antes de que, como al sirviente que enterró el talento que le entregó su amo en lugar de hacerlo producir beneficios, este nos sea quitado y seamos echados a las tinieblas de afuera (Mt 25, 24 ss.) Los recientes y devastadores incendios en esa zona nos recuerdan trágicamente lo frágil que es el equilibrio ecológico y la inmensa responsabilidad que tenemos los humanos con su preservación.
» Un Sínodo de aliento profético
Desde el comienzo de la primera parte («La voz de la Amazonía»), el documento de trabajo resuena con ecos proféticos. No solo se reconocen los abusos de la época colonizadora, que para muchos podrían quedar como cosa histórica, polvorienta y ya superada, materia solo para los libros de historial, sino que se advierte que la situación se perpetúa con nuevos abusos de poder, corrupción de quienes tienen la tarea de defender los derechos de los pueblos originarios, desdén hacia las cuestiones relacionadas con el medio ambiente y la ecología, y la irrupción rampante del narcotráfico. Se señala que la Iglesia «tiene la oportunidad histórica de diferenciarse netamente de las nuevas potencias colonizadoras escuchando a los pueblos amazónicos para poder ejercer con transparencia su rol profético» (Primera Parte, página 6, No. 7). Precisamente en este rol profético, de denuncia pero también de acompañamiento a los pueblos originarios, es donde se desea posicionar a la Iglesia. El trabajo misionero debe incluir también el apoyo a los proyectos de mejoramiento social. Proyectos que no han de ser impuestos, sino que procederán de una escucha atenta y de diálogo para discernir sus verdaderas prioridades.
En relación con esto es fundamental comprender cómo interpretan estos pueblos su nexo con la naturaleza, nexo que no es de lazo suelto o como eslabón de cadena. Porque forma parte de un tejido preciosamente concebido y ejecutado; cómo ven su armonía con ella y la dinámica (pues la relación con la naturaleza no es en absoluto estática) del «buen hacer».
» La vida, amenazada
El documento prosigue detallando la amenaza que se cierne sobre la Amazonía: violación de derechos, asesinato de líderes comunitarios, tráfico de personas, explotación, pérdida de la identidad y del idioma, contaminación, pobreza; todo esto como resultado de un accionar que busca ciega y desenfrenadamente el enriquecimiento a través de la privatización de bienes naturales, proyectos mineros y petroleros inconsultos, tala indiscriminada, caza y pesca excesivas. La vida toda corre peligro. No solo la naturaleza es devastada; el ser humano resulta también dañado de manera irreversible, pues sus propias raíces son destrui das a un ritmo acelerado. El inmenso tesoro de la naturaleza, que los moradores de la Amazonía preservaron durante miles de años mediante su estilo de vida, está siendo dilapidado tan irresponsablemente como si no fuera a acabarse nunca.
» Respeto al sentido de comunidad
Una particularidad esencial de las culturas amazónicas es su alto sentido de comunidad. Sentido de comunidad que se traduce en vocación de servicio. El clericalismo y la imposición no son aceptados (No. 127). El Instrumentum Laboris plantea que: «Desde esta experiencia de organización sería oportuno reconsiderar la idea de que el ejercicio de la jurisdicción (potestad de gobierno) ha de estar vinculado en todos los ámbitos (sacramental, judicial, administrativo) y de manera permanente al sacramento del orden.»
» Una evangelización que se sienta «propia»
Se trata de una zona que abarca varios países, con treinta y tantos millones de habitantes y una gran diversidad en la población, dentro del contexto de una gran movilidad interna. Ello implica que las formas de afrontar los problemas de índole pastoral no pueden ser las mismas en todos los casos.
Los pueblos originarios requieren una atención especial. No todos los pueblos están en contacto con el hombre blanco y la civilización que conocemos. Debido a los siglos de abusos y maltratos, algunos pueblos se han apartado voluntariamente; son los llamados «Pueblos Indígenas en Aislamiento Voluntario» (PIAV) y en razón de su aislamiento y falta de una voz que los represente y defienda, resultan altamente vulnerables. Otros están en contacto con la civilización, pero la miran con profunda desconfianza.
El documento resalta el profundo respeto con que ha de acercarse la Iglesia a la cultura de los pobladores autóctonos en el proceso de la evangelización. Cultura que no es homogénea ni mucho menos: se trata de más de tres millones de personas y más de 390 grupos étnicos. Ciertamente, «El respeto de este espacio no significa relativizar las propias convicciones, sino reconocer otros caminos que buscan desentrañar el misterio inagotable de Dios.» No se debe perder de vista que el diálogo es siempre un proceso de aprendizaje (No. 46).
Con la perspectiva de promover las vocaciones autóctonas y lograr que la evangelización sea dentro de lo posible realizada por integrantes de las propias comunidades, personas con un profundo conocimiento tanto de la lengua como de las costumbres y la cultura de esos pueblos, se hacen varias propuestas. Por ejemplo, se sugiere que las celebraciones sean con la propia música y danza y vestimentas de esos pueblos; una liturgia que responda a su propia cultura. En relación con esto se hace mención explícita a la importancia de recuperar «aspectos de la Iglesia primitiva cuando respondía a sus necesidades creando los ministerios oportunos (cf. Hch 6,1-7; 1 Tim 3,1-13)».3
Una de las propuestas que se presentan en el documento es la de valorar la conveniencia de la ordenación de hombres mayores y casados —de preferencia autóctonos—, miembros respetados y escuchados en la comunidad, en situaciones donde no haya posibilidad real de tener permanentemente un sacerdote. Esta propuesta, que resulta ciertamente inusual en la tradición católica latina, es solo una entre las muchas propuestas e ideas que se manejan en el Instrumentum Laboris, y no debe verse como una nueva tendencia o un cambio en la legislación al efecto, sino como el caso excepcional que realmente es. Igualmente se pide evaluar el tipo de ministerio oficial que puede ser conferido a la mujer, teniendo en cuenta el importante papel que allí desempeña.4
» Una Iglesia en escucha del Espíritu
El caso de la Amazonía es extremadamente grave, pero por desgracia no es un caso aislado; tan solo es similar a la punta de un iceberg. Pobreza, explotación y corrupción, existen no solo en los países del llamado Tercer Mundo, sino incluso en las sociedades que más blasonan de ser modernas y desarrolladas.
Es muy difícil hablarle de Dios a un ser humano humillado, sumido en la miseria y la ignorancia; la Iglesia está llamada, desde su mismo origen, a encontrar modos de denuncia, de acompañamiento y de consuelo. Es su razón de ser. Anunciar el Evangelio no ha de ser solo repetir palabras, sino ponerlas en práctica. El Sínodo de la Amazonía y las determinaciones que sean tomadas allí serán para la Iglesia una nueva ocasión de acometer con la manga al codo la misión de servir que le encomendó Aquel que lavó los pies a sus discípulos y les mandó que del mismo modo se los lavaran unos a otros.
Me gustaría terminar estas líneas citando las siguientes palabras del Instrumentum Laboris: «En la voz de los pobres está el Espíritu; por eso la Iglesia debe escucharlos, son lugar teológico. Al escuchar el dolor, el silencio se hace necesidad para poder escuchar la voz del Espíritu de Dios. La voz profética implica una nueva mirada contemplativa capaz de misericordia y compromiso.»
La Habana, 2 de octubre de 2019
Notas
- Boletín Zenit del 16 de julio de 2019 (corresponsal Larissa I. López).
- Boletín Zenit del 8 de agosto de 2019 (corresponsal Larissa I. López).
- Número 129 del documento.4 Número 129 del documento.