En una entrevista de inicios de los noventa, el escritor uruguayo Juan Carlos Onetti (fallecido poco después a una edad bastante avanzada) intentó aproximarse al tema de la soledad del escritor. El acercamiento resultó velado y se enrumbaba un poco más hacia un subtema dentro del planteado: el tiempo que dedica el intelectual de la literatura al proceso de la redacción, esto es, la creación. En concreto, Onetti, el novelista de oficio tangible, tan respetado por la generación del boom latinoamericano –a la cual perteneció– narraba sus discrepancias con Mario Vargas Llosa acerca de si es imprescindible, importante, significativo, utilitario… adquirir el hábito, la disciplina, de escribir diariamente, algo que el segundo ha defendido siempre contra viento y marea.