A la luz de los postulados actuales de la ciencia se pudiera afirmar, cada vez con mayor énfasis, que la manida oposición entre evolución y acción divina carece de fundamento. Esta aseveración, recta y sanamente entendida, es defendida por no pocos exponentes, tanto del mundo científico, como del religioso. Aunque, de más está decir, ello no implica que haya unanimidad al respecto, sobre todo si tenemos en cuenta los sectores fundamentalistas presentes en ambos ámbitos.